Los guitarristas tenemos varios talones de aquiles, y aunque pase desapercibido, los acordes son uno de ellos. Es algo paradójico, porque casi todo el mundo da sus primeros pasos a través de ellos. Una de las razones por las que la guitarra es un instrumento tan popular, es que es razonablemente sencillo en los comienzos. No necesitas tener nociones de música, ni saber leer una partitura, ni siquiera tener una técnica desarrollada para empezar a utilizar las posiciones más básicas. Y con ellas puedes tocar tantas canciones que es fácil pensar que eso es todo lo que necesitas.
Pero lo cierto es que mucha gente adolece del mismo problema. Adquieren un vocabulario basado en algunos patrones de acorde mayor, menor, séptima y algunas posiciones populares extra, lo que en jerga guitarrística se entiende por acorde Police (Add9) o acorde Hendrix (7#9) y poco más.
Si son intérpretes, aprenden canciones posicionalmente, sin atisbo de lógica ni comprensión. De similar manera, los que escriben su propio material se basan en permutar posiciones conocidas, con mejor o peor suerte, esperando que las musas hagan su trabajo y el resultado sea fresco y atractivo. Lo que originalmente era una herramienta sencilla y efectiva, se convierte en una jaula que nos atrapa y no nos deja volar.
En muchos casos, el origen del problema se encuentra en que la base de nuestro aprendizaje es netamente visual. Nos basamos por completo en memorizar el patrón que representa el acorde en el mástil y en el mejor de los casos, su nombre. Damos por hecho que si ha funcionado de manera satisfactoria en nuestros comienzos, debería seguir surtiendo el mismo efecto, así que tratamos de repetir la operación. Usamos un diccionario de acordes e intentamos memorizar patrones nuevos. A nadie se le ocurriría aprender un idioma memorizando palabras de un diccionario, pero es precisamente la estrategia por la que muchos optamos. Lo sé bien, porque yo también fui uno de ellos y cientos de alumnos me han confesado pasar por semejante situación.
Y es justo en ese punto donde se marca la diferencia: en la comprensión de su origen, construcción y su consiguiente aplicación. Desde fuera, puede parecer lo contrario, pero la teoría de los acordes es bastante sencilla. No es algo que tome años de estudio manejar. Unos cuantos conceptos teóricos pueden dar un cambio notable a nuestra forma de sonar. La parte difícil no es tener un tornillo en tu caja de herramientas, ni saber dónde lo puedes colocar, si no construir algo brillante y con personalidad. Pero siempre será mejor disponer del tornillo, en caso de necesitarlo.
Por otro lado, está la familiarización con nuevos sonidos. El oído ha de estar expuesto a diferentes armonías, si lo que desea es progresar y diversificarse. A través de escuchar música con diferentes propuestas armónicas, ya estamos desarrollando nuestra habilidad para reconocer y por tanto emplear nuevas combinaciones. La escucha analítica se convierte, de ese modo, en una de las mejores formas de crecimiento musical posible.
Esto podría llevar a pensar que los acordes más avanzados son exclusivos de la música culta o compleja, y que las posiciones más exigentes para las manos son las más elaboradas armónicamente, pero no es cierto que esta relación sea directamente proporcional, por lo menos no como regla aplicable. Ciertos voicings triada (acordes de tres notas) pueden tomar semanas de trabajo hasta poder ser utilizados solventemente. Por el contrario, algunos acordes cuyos cifrados parecen extraídos de un libro de álgebra, se pisan sin esfuerzo y suenan bien al primer intento.
Yendo al fondo de la cuestión, la posible complejidad o simpleza de los acordes que usemos es realmente irrelevante. En arte, el discurso es lo que prima, y si para expresar algo hemos de aprender posiciones nuevas, bienvenidas sean.
Nunca dejará de maravillarme descubrir un acorde. Es como encontrar un diamante. Una joya con brillo y color único, que proyecta nuevas perspectivas de la belleza cuando la giras y observas desde diferentes ángulos . Y lo mejor es que además de conservarla y lucirla, puedes regalarla enseñándola a los demás.
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Estimado Carlos, como bien sabes, el guitarrista es ese extraño ser que se pasa el 90 % de su vida estudiando solos para luego pasarse el 90% de su carrera tocando acordes… Todo cambia cuando llega a tus manos el manuscrito de Ted Green , (entre otros) del que reconozco la foto de tu articulo , y te das cuenta de que la guitarra es un instrumento completamente distinto al que creías en un principio , con unas posibilidades armónicas inagotables.
Excelente reflexión, como siempre.
Un fuerte abrazo,
Juancho Barberá
Cuanta razón tienes Juancho. Los guitarristas somos así de contradictorios, y así de especial y única es la guitarra, que nos brinda inabarcables posibilidades armónicas, pero también infinitas posibilidades de expresión melódica. Mil gracias por comentar amigo. Es un placer tenerte por aquí.
Abrazo grande.
Carlos
Jajajaja 100% de los guitarristas somos así Juancho, admito estar identificado pero últimamente he dejado de perseguir ese sueño y dedicarme a buscar detalles o arreglos para endulzar un acorde, al principio creía que era algo no tan importante, pero me gusta como Carlos explica de una forma totalmente distinta esas pequeñas cualidades de este gran instrumento.
Disfruto mucho leer comentarios de guitarristas en particular, me siento identificado con cada una de sus reflexiones. Por otra parte, la profundidad con la que manejas lo simple y la complejidad compartida en diagramas… me parece toda una filosofía musical; me producen mucho placer leer tus publicaciones, gracias Carlos eres un tipo genial.