El complejo de Peter Pan

PeterPan2

Hay personas que entienden la música como algo anecdótico. Un trámite que compulsaron en un momento de su vida, cuando eran jóvenes e idealistas. Asistir a conciertos, descubrir nuevos grupos o artistas e incluso el hecho de escuchar un disco, son para éstos, acciones con fecha de caducidad. Cosas que uno supera y dan paso a ocupaciones más propias de otra edad, sean cuales sean.

A mí, esta idea siempre me resultó pertubadora. Cuando existe un salto generacional importante, tu juventud te hace permeable y crédulo. Asumes que la voz de la experiencia es la voz de la razón. Ley de vida al fin y al cabo. Por esta razón, durante los años de mi niñez o adolescencia, estaba convencido de lo que parecía un axioma. Todo apuntaba a que la música era una suerte de juego, una vía de escape emocional, que iría perdiendo color con el paso de los años hasta disolverse en la vida adulta.

Si la música es algo inherente a la juventud, tarde o temprano deberíamos desinteresarnos por ella de forma natural. Y así le pasa a muchas personas. Por eso, cuando la pasión no cesa a su debido tiempo, entras en conflicto. Para la sociedad, adoleces del llamado «complejo de Peter Pan». O lo que es lo mismo, no querer crecer. Que no es más que una forma velada de llamarte inmaduro. No creo que haga falta ni señalar lo absurdo de esta idea, pero si me parece interesante analizar las razones, para comprenderla y desarticularla.

En un principio, yo pensé que esto tenía mucho que ver con el factor generacional y por consiguiente con la estética, en el amplio sentido de la palabra. Los adultos de los 50 rechazaban la forma de vestir, bailar o cantar de Elvis. De la misma forma que posteriormente sucedió en los 60 con The Beatles, o en los 70 con Sex Pistols, por poner ejemplos conocidos. La ruptura con la tradición mantiene al mundo girando.

Indudablemente, todos somos hijos de nuestro tiempo. Es lógico formar parte de la historia y vivir los momentos que el tiempo convertirá en claves para entender la música. Pero forzar este argumento hasta tal punto, presupone que el arte solo tiene sentido en una franja temporal concreta, el presente. De ser así, la música quedaría a la altura de las noticias de la prensa sensacionalista. Algo efímero, que mañana habrá perdido su valor.

Personalmente, tarde un tiempo considerable en advertir que más allá de la música clásica, mis intereses musicales no eran estrictamente actuales. Cuando has vivido poco, cualquier cosa que no sea moderna, te parece de otra era, porque tu percepción del tiempo va acorde con tu experiencia vital. Para alguien de catorce años, la mitad de su vida son siete. Además, durante tus primeros años ni siquiera eres consciente de tu vida. Por lo tanto es muchísimo tiempo, en términos adolescentes.

Llegado a cierto punto, fue inevitable empezar a comparar las fechas de nacimiento de los adultos que conocía, con las fechas de publicación de algunos discos que me gustaban. Algo no encajaba. Los debuts de Jimi Hendrix y The Doors fueron publicados en 1967. El primer LP de Deep Purple salió en el 68, el de Led Zeppelin en el 69 y el de Black Sabbath en el 70. Eso quiere decir que realmente me estaba empezando a gustar la música de la juventud de mis padres, no de la mía. Yo ni siquiera había nacido cuando estos discos se publicaron. Así que no me pertenecen. Y no soy el único. La barrera temporal no justifica nada, es un hecho irrebatible.

Paradójicamente, no parece haber problema en ir a un museo a contemplar un cuadro pintado el siglo pasado, admirar la arquitectura de una catedral gótica o vivir con intensidad la afición por un deporte con más de doscientos años de antigüedad. Son todas ellas, formas de enriquecimiento aceptadas por el conjunto de la sociedad.

No, no hay forma de sostener el argumento popular basado en la madurez o en la ruptura estilística. Así que pongamos los puntos sobre las íes. Si alguien jamás participó o pasó de puntillas por una manifestación artística, contemporánea o pasada, fue por desconocimiento, falta de interés o afinidad. Sin embargo los amantes de la música seguimos acomplejados, pensando que el nivel energía y decibelios son inversamente proporcionales a los años que tengamos. Crecer no tiene nada que ver con abandonar algo que te hace feliz. A eso, yo lo llamo vivir.

¿Te ha gustado este artículo? Prueba con estos:
ESCUCHAR MÁS Y HABLAR MENOS
¿TIENES ALGO QUE DECIR?
SIEMPRE HUBO CLASES

Anuncio publicitario