Este artículo nace con la vocación de ser un análisis real, honesto y constructivo. Nada queda más lejos de mi intención, que el hacer una crítica negativa y vacía. Señalar y reconocer los puntos que tenemos que mejorar como profesores es imprescindible para proporcionar a nuestros estudiantes la mejor experiencia educativa posible. Las cuestiones aquí descritas, pueden ser de ayuda para profesores que deseen evaluar y mejorar su actividad como docentes, y para estudiantes que quieran valorar las clases que están recibiendo, o conocer más de cerca los procesos didácticos. Muchos de los temas tratados aquí, son comunes en diferentes entornos educativos, pero ocurren con gran frecuencia en la enseñanza no reglada, por su propia naturaleza más flexible. Este análisis está basado por completo en mi propia experiencia como profesor y también como alumno. A continuación, enumeraré varias conductas muy comunes entre los profesores de guitarra:
Basar las clases en enseñar siempre material nuevo.
Uno de los errores más comunes en la enseñanza, es asumir que el tiempo lectivo siempre ha de emplearse para presentar nuevos contenidos. Una clase puede y debe discurrir por diferentes caminos. La transmisión de conocimientos no se puede mecanizar hasta el punto de dar por hecho que un estudiante siempre está preparado para absorber nueva información. El aprendizaje musical es multidisciplinar (teoría, lectura, técnica, memorización de patrones visuales, precisión rítmica, improvisación, habilidad auditiva y un largo etcétera). Un profesor creativo y adaptativo siempre encontrará diferentes formas de enfocar las cuestiones que el alumno necesite comprender o perfeccionar. Así, es necesario plantear ejercicios o situaciones musicales reales, que requieran el uso práctico de conceptos y desarrollen las habilidades necesarias. En muchos casos, los propios alumnos pueden sentirse frustrados si cada clase no viene acompañada de un cierto grado de novedad, pero es exclusiva responsabilidad del profesor hacer ver al estudiante que precisamente la novedad viene marcada por el uso practico, es la diferencia entre conocer un concepto y haberlo interiorizado para su aplicación en la música. Es definitivamente importante, trabajar con frecuencia en cuestiones vistas con anterioridad y evaluar si cada área esta realmente implementada o por el contrario necesita un enfoque diferente.
Crear clones.
En la enseñanza musical, a veces es complicado diferenciar las cuestiones que tienen que ver con el desarrollo técnico o el conocimiento teórico con otras puramente artísticas. Las primeras obedecen a la ergonomía, la lógica, el sentido común y/o el pragmatismo. Por el contrario, las decisiones creativas pertenecen exclusivamente a la parcela intuitiva del artista (aunque esté aun en fase de desarrollo). Ciertos profesores asumen poder tomar decisiones por sus alumnos, basadas en su criterio personal. Convencer a un estudiante de que cierta orientación es la adecuada, tan sólo porque es de su exclusiva preferencia , demuestra estrechez de miras, rigidez y poco oficio. Un buen docente debería poder reconocer lo genuino de cada estudiante y potenciar su desarrollo, sin empeñarse en que siga todos y cada uno de sus pasos.
No tener en cuenta la verdadera actividad musical del alumno.
No es raro ver que algunos estudiantes abandonan el estudio de la música tras pasar varios años practicando su instrumento, aprendiendo solfeo o teoría. Si hay interés y pasión musical ¿qué puede estar fallando? Cada persona hace música por diferentes razones. Tener esto en cuenta debería ser el punto de partida para cualquier profesor que aspire a que su alumno «se realice» a través del estudio de la música.
Obviamente, enseñar a alguien que aspira a tocar en un grupo es una situación muy diferente a alguien que pretende ser músico de sesión o que simplemente desea aprender sus piezas favoritas, por mera satisfacción personal. Llevar a un estudiante por un camino que no apunta directamente a los objetivos que éste quiere lograr a medio/largo plazo, es un error y una perdida de tiempo para ambos. Como profesor, hay que hacer un ejercicio de empatía y lograr que la proyección del alumno, determine por completo el plan de trabajo.
Desconocer y/o menospreciar los gustos musicales del alumno.
Cuando los parámetros de algunos tipos de música son sencillos, es común caer en el prejuicio, no valorar justamente otros estilos y no prestarles la debida atención. Un ejemplo habitual seria un profesor de jazz con amplios conocimientos de armonía, que da por hecho que puede enseñar cualquier estilo de Rock, solo porque este es mas sencillo armónicamente. La música no se puede reducir a unos pocos parámetros. Por tanto, el profesor debe conocer con cierta profundidad lo que está enseñando más allá del aspecto teórico o técnico. En la enseñanza de cualquier rama artística, hay un sin fin de peculiaridades que hacen vibrar de forma diferente a cada estudiante. Si no conectas con esa vibración, difícilmente podrás enseñar algo con propiedad y sobre todo con pasión, elemento clave en la ecuación.
Por lo general, los alumnos detectan fácilmente si su profesor sabe de lo que habla o no. Humildad y honestidad acerca de los estilos que conoce y realmente puede enseñar, es lo mínimo que debe exigirse a cualquier maestro. Es por esto que cada alumno ha de encontrar al profesor adecuado y viceversa.
Permitir que el alumno tome decisiones que son del profesor.
A menudo, los estudiantes, por puro desconocimiento, reclaman trabajar asuntos que poco o nada tienen que ver con lo que ellos realmente quieren conseguir con la guitarra. Algunos casos se repiten constantemente: No es raro encontrar guitarristas convencidos de que tienen que aprender a leer partituras perfectamente para ser improvisadores, o que deben aprender guitarra clásica antes de empezar a tocar la eléctrica. Hay que tener totalmente claro, que adquirir ciertas habilidades implica concentrar esfuerzos, y que el tiempo siempre es un factor determinante, ya que es limitado. Cualquier enfoque musical es potencialmente interesante y enriquecedor, pero eso no quiere decir que sea el ideal para cualquier estudiante o para cualquier fase del estudio.
Es obligación del profesor facilitar el camino más directo y efectivo a las metas reales del estudiante. Eso quiere decir afinar al máximo los contenidos didácticos y una aplicación real de estos instantánea.
No tomar notas para preparar clases.
Aún dejando siempre un espacio para la espontaneidad y que las clases sean algo vivo, es mas que recomendable tomar nota de las necesidades y cuestiones que preocupan a cada estudiante. Durante las clases van a ir surgiendo diferentes situaciones que el profesor ha de tener en cuenta, de cara a planificar estrategias efectivas que hagan que el estudiante mejore en cada área. Esto requiere buenas dosis de observación y un plan de estudio tan flexible como adaptativo.
Imponer un ritmo de avance demasiado exigente.
Mal que nos pese a los profesores, no todos los estudiantes tienen ni el mismo tiempo ni, sobre todo, la misma motivación por progresar con la guitarra. Trazar un plan de estudio que no es realista, ni consecuente con la personalidad y situación de cada alumno, solo puede acabar en la eventual frustración, decepción y desmotivación de éste.
No ser asertivo
No decir lo positivo ni lo negativo, es definitivamente una mala idea. El estudiante necesita feedback constante. Asertividad no es insensibilidad. Todos necesitamos que nos hagan ver las cosas desde un punto de vista exterior. Señalar lo bueno es motivante y refuerza el trabajo hecho. Identificar lo malo facilita tomar conciencia y poder hacer algo al respecto. Comunicación. Siempre.
Dar por hecho que el alumno conoce bien material musical básico.
Esto pasa con mucha frecuencia cuando los alumnos tienen ciertos años de experiencia a sus espaldas. Básico no es sinónimo de principiante o sencillo. Dominar con solvencia un concepto musical, implica varios niveles de trabajo y una plena absorción. El estudio musical es circular, con cada vuelta profundizamos más y aprendemos cosas nuevas de cada concepto. Además, cuando una idea gana en profundidad se interrelaciona con otras nuevas, alcanzando así un nuevo nivel de conocimiento más sólido y práctico.
Permitir que el alumno “se relaje” en exceso.
Cualquiera que desee progresar en cualquier ámbito, ha de mantener cierta actitud de querer comerse el mundo. Aunque las clases sean distendidas y hayamos creado un ambiente casi familiar, no hay que olvidar que el objetivo es que el estudiante progrese. Para ello hace falta una constante estimulación y presión positiva. La motivación se transforma así en la energía necesaria para realizar esfuerzos mantenidos en el tiempo. No se trata de imponer un nivel alto, si no de dar ejemplo con la mejor de las actitudes. Lo importante no es que reto a superar cada día, es la actitud de profesor y alumno hacia el reto. Motivación máxima.
No implicarse
Adquirir una formación musical básica, toma como poco varios años. Tiempo en el que será necesaria la creación de un vínculo entre maestro y alumno. Desarrollar una relación basada en la confianza y el amor por la música, es necesario para no ser solo un profesor, si no un verdadero mentor. Es imposible que un alumno se implique al máximo en un arte tan exigente como la música si el profesor no proporciona el mismo nivel de compromiso. La historia del arte está llena de ejemplos de aprendices que incluso se trasladaban a vivir con sus maestros para poder sumergirse en el aprendizaje de su arte. Quizá hoy no haga falta llevar las cosas tan lejos, pero si poner un poco mas de nuestra parte.
No Tener paciencia.
No existe un solo músico que no desee mejorar o desarrollar algún aspecto de su musica. Cierto nivel de técnica, armonía, lectura, ritmo, vocabulario, variedad estilística o cualquier otro tema relacionado, siempre toma como mínimo «bastante tiempo adquirir». Como cualquiera con unos años de experiencia musical sabe, la insatisfacción es algo que con el tiempo está lejos de solucionarse, ya que ésta siempre deriva en una mayor consciencia de lo que se ignora, no en una apreciación del nivel alcanzado. Y esta es precisamente la clave para la falta de paciencia. Carece de sentido ser impaciente por acabar algo que es realmente interminable. Por lógica aplastante, el más impaciente del mundo es el propio alumno. Es su falta de experiencia la que determina su visión parcial y su actitud. Lamentablemente, algunos profesores se desesperan cuando el progreso de sus alumnos no cumple sus expectativas o el plan de estudio que han diseñado. Huelga señalar que la impaciencia no es sinónimo de determinación o exigencia. Hay que tener energía para enseñar, pero al mismo tiempo ser un ejemplo de ecuanimidad, madurez y paciencia.
Enseñar teoría desconectada de la práctica.
Centrar la mayor parte del tiempo lectivo en la teoría o aspectos prácticos como la técnica es un fallo habitual y que normalmente pasa muy desapercibido. No parece tener nada de malo trabajar la precisión para tocar acordes o adquirir fundamentos de armonía, pero si ambas cuestiones no están íntimamente relacionadas, el impacto real en la música va a ser mínimo. Equilibrar diferentes aspectos musicales, independientemente del nivel del alumno, ha de ser una prioridad a la que el profesor ha de dedicar tiempo en exclusiva.
Enseñar a todos los alumnos con las mismas estrategias.
Como consecuencia del sistema de enseñanza tradicional, los profesores tenemos una tendencia marcada a perpetuar el modelo de enseñanza que recibimos como estudiantes. Por supuesto, las ideas valiosas han de ser transmitidas, pero cada estudiante tiene habilidades diferentes, e ignorarlas empeñándonos en repetir lo que a nosotros o a otros alumnos ha funcionado, es una equivocación.
Cada personalidad requiere un tipo de enseñanza diferente, más aun, si hablamos de aprender una rama artística. Aunque haya un cierto grado de estandarización en la transmisión de contenidos, siempre hay que dejar espacio abierto a la modificación de estos en beneficio de la individualidad del estudiante. Los maestros no somos máquinas dispensadoras de información, no podemos enseñar con el piloto automático.
No siempre es posible utilizar el mismo contenido didáctico para todos los alumnos. Es por tanto imprescindible, crear soluciones específicas basados en los problemas que plantee cada estudiante. La propia enseñanza debería ser una actividad creativa. Cada alumno supone una oportunidad de resolver situaciones únicas, para los que hay que hallar soluciones específicas. Creatividad es imaginación, y es aplicable en cualquier campo.
No fomentar la creatividad en los alumnos
Los músicos siempre estamos tan preocupados por formarnos y seguir mejorando, que a veces perdemos el objetivo primordial: hacer música. Obviamente, para poder hacer música hay que trabajar duro en numerosas cuestiones, pero esto siempre ha de venir acompañado de una actividad creativa. Los profesores, después de tantos años dedicados a aprender, somos muy dados a incurrir en este error, transmitiéndolo a nuestros alumnos de manera aun mas acusada: destinar el 100% del tiempo al estudio y nada a la expresión artística. Tanto o más importante que aprender un acorde es escribir un riff o una simple melodía, y es algo que ha de formar parte de la rutina de cualquier músico. No se empieza a ser creativo después de practicar diez años, se desarrolla la creatividad coincidiendo con el momento musical en el que se encuentre el estudiante, lleve tocando un año o veinte.
Proyectar negatividad.
Un músico con una visión pesimista va a ser por seguro uno de esos profesores que jamás están satisfechos ni con su trabajo, ni con el de sus alumnos. La negatividad no es sinónimo de realismo, por eso es imposible que un alumno alcance su punto álgido de motivación e implicación cuando está recibiendo constantes mensajes negativos, como si fuera un recluta en el ejército. Si un estudiante trabaja inteligentemente, con esfuerzos calculados, con perseverancia, regularidad y el apoyo de un buen profesor es imposible que lo haga mal. Si aún no ha alcanzado el nivel deseado es porque aún se encuentra en mitad del proceso, no porque sea un músico mediocre.
Falta de humildad.
No debiera ser necesario señalar esto, que tiene más que ver con la madurez que con la habilidad como maestro, pero las clases no son demostraciones para alimentar ningún ego. La música es un universo de tal magnitud que lo queramos o no, nos mantiene con los pies en la tierra y cada día nos hace recordar que en esencia todos somos iguales, todos estamos recorriendo un largo camino en el que cada día aprendemos algo. Si somos profesores, es porque en nuestra carrera hemos aprendido algunas cosas de valor, y estas merece la pena compartirlas con otros para ayudarles y ahorrarles tiempo. En eso se basa la educación. El resto no tiene la más mínima importancia.
Falta de dirección.
No es raro que después de un tiempo, las clases pierdan su aparente efectividad y los alumnos perciban que en vez de avanzar, están acumulando contenidos didácticos de manera aleatoria y desconectada. Trabajar sin plan y saltando de un concepto a otro, incluso dentro de la misma clase es algo muy común entre algunos profesores. Entre el plan de estudios rígido y el caos hay un punto intermedio. El profesor siempre ha de tener varias líneas generales de trabajo, siendo perfectamente consciente de en qué punto se halla el alumno en cada una de de ellas. Algo que es de gran ayuda para el profesor es escribir un simple diario de alumnos, donde llevar un registro de avances y temas tratados.
Dar clases cuando no te gusta enseñar.
No todos los músicos comparten las mismas habilidades e intereses. Esto es comprensible e incluso necesario. Todos somos diferentes y brillamos en algo que nos realiza.
La transmisión de conocimientos de manera desapasionada, es el lógico resultado de un músico sin interés en la pedagogía ni en la propia docencia. En definitiva, un trabajo que no le motiva. Y además de ser una situación indeseable para el mismo profesor, es algo totalmente injusto para el alumno, que se pone en manos de un profesional para que le instruya adecuadamente, pero también para que le guíe y le inspire.
Por desgracia, una gran cantidad de músicos, a falta de un trabajo que encaje mejor en sus aspiraciones y aptitudes, optan por impartir clases, ocupación que por supuesto abandonarán en cuanto les sea posible. El verdadero profesor tiene un genuino interés en los procesos didácticos y en la pedagogía y acepta el reto de la enseñanza sabiendo la responsabilidad que esta conlleva. No debería hacer falta señalar que nadie debería enseñar si no se siente inclinado a ello, y por supuesto nadie debiera tener por profesor a un músico que no desea serlo.
Quiero concluir señalando que los profesores animamos nuestros alumnos a practicar para seguir progresando, pero con frecuencia olvidamos que, a pesar de nuestra experiencia o trayectoria, nosotros mismo seguimos siendo estudiantes. Todos podemos mejorar sin excepción, no solo en nuestras habilidades como músicos, también como maestros. Es nuestra obligación como docentes ser un modelo de humildad, consciencia, disciplina , positividad y absoluta pasión por la música. Por eso creo que todos los profesores hemos de hacer un profundo ejercicio de reflexión y empezar a asumir el gran trabajo que tenemos por delante. Espero que señalar estas situaciones ayude en cierta medida a mejorar todo el proceso educativo para ambos, profesores y alumnos.
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