Practicar a dúo

 

 

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La música es una de las artes que definitivamente funcionan bien en equipo. A pesar de ello, el estudio es normalmente algo muy individual e introspectivo. Pero lo cierto es que no hay porqué limitarse a estudiar o tocar con un único enfoque, pudiendo beneficiarte de varias perspectivas a la vez. Este artículo te voy a proponer una serie de estrategias para trabajar en cuestiones musicales con un compañero/a. Para aprovecharlas bien, la mayoría de ellas necesitan cierto trabajo previo y planificación, a fin de dirigir todo el esfuerzo en la misma dirección y que las sesiones a dúo no sean un caos. Son las siguientes:

1) Duo instrumental.
Quizá, el trabajo más obvio que pueden hacer dos músicos es tocar material originalmente escrito para un formato a dúo. No es lo mismo interpretar música tú solo/a  que con una o más personas. Cuando tocas con otros hay que ser muy preciso y realmente sincronizarte con tu compañero/a. La libertad del formato individual ha de transformarse en compenetración, logrando que la pieza no suene como la suma de dos partes, si no de manera unitaria. Es algo que requiere mucho trabajo y conexión, pero los beneficios obtenidos a cambio merecen la pena.

2) Relación Escala/Acorde.
Una parte muy importante de la música, sobre todo en los improvisadores, consiste en conocer bien qué recursos melódicos utilizar sobre cada armonía. La relación escala acorde es un gran concepto para trabajar en pareja. Uno puede proponer progresiones armónicas basadas en los voicings que ha estado trabajando previamente, mientras que el compañero se encarga de las escalas y los arpegios. En este trabajo también se podrían invertir los papeles, siendo el guitarrista melódico el que determine la tonalidad, mientras que el encargado de la armonia improvisa un comping.

3) Doblar melodías.
Duplicar melodías a distancia de diferentes intervalos es uno de los recursos más empleados en todo tipo de músicas, bien sea en los arreglos vocales (sobre todo en los coros) o en los propios instrumentos. La opción más típica es usar terceras diatónicas, pero hay otras opciones como cuartas, quintas, sextas, octavas, etc. Por supuesto, es posible combinar diferentes intervalos para obtener un sonido más rico e impredecible.

4) Composición.
Esto es especialmente interesante para aquellos que tocan en bandas. Escuchar las ideas de otro músico y verte obligado a aportar o modificar tu parte para que tenga cohesión con el  resultado final, puede ser una buena forma de romper tu rutina creativa. El trabajo en equipo se rige por parámetros diferentes al trabajo individual, así que no es raro que acabes escribiendo música que no hubieras hecho sin ser parte de un conjunto. Hay muchos ejemplos de asociaciones de músicos que han logrado conseguir una magia especial en sus grabaciones, por poseer una verdadera química creativa.

5) Arreglos.
Arreglar música que originalmente no es para dúo es un reto bonito. Por ejemplo piezas para piano, orquestales, o canciones. A pesar de ser la guitarra un instrumento melódico y armónico, tiene ciertos límites en cuanto al registro y a las posibilidades de ejecución. Duplicar el instrumento abre un nuevo mundo de posibilidades.

6) Ritmo.
El ritmo es uno de los pilares básicos de la música. Tocar diferentes figuras rítmicas simultáneamente es un ejercicio que con seguridad pone a prueba la solidez rítmica de cualquier músico. Probad a seguir un metrónomo, tocando una sola nota cada uno (por ejemplo un Do y un Mi, para crear un intervalo de tercera mayor). Partid del valor de negra y empezar a hacer diferentes subdivisiones, uno cada vez, alternativamente. No os limitéis a hacer valores regulares. Atreveos a coordinar un tresillo de corchea con un cinquillo de semicorchea o cualquier subdivisión que se os ocurra, no hay límite en esta exploración a dúo. Se creará así un contrapunto rítmico del que además pueden surgir interesantes arreglos o composiciones.

7) Improvisación.
Improvisar sobre un backing track o sobre un loop puede ser divertido y un gran recurso musical, pero lo cierto es que no hay nada que sustituya improvisar con otro músico real. La cantidad de información implicada es mucho mayor, y lo que es más importante aun: es algo humano y por tanto vivo y cambiante. Un ejercicio que es maravilloso consiste en tocar los dos simultáneamente sin acordar nada con anterioridad, es decir, sin saber lo que va a tocar el otro. En esta situación se hace imprescindible escuchar para saber qué tocar. La idea es activar la reacción musical mediante una escucha consciente y activa.

8) Dinámicas.
Para alcanzar una buena compenetración has de llegar más lejos que solo saber qué notas tocar (melodía-armonía) y cuando tocarlas (ritmo). Unas dinámicas bien coordinadas implican un buen manejo del volumen, las texturas, los acentos, vibratos sincronizados. Un buen referente en este aspecto son los concertistas clásicos. Cualquier músico orquestal no solo está acostumbrado a trabajar en equipo, si no a prestar mucha atención a todos los aspectos de la interpretación.

9) Vocabulario.
Además del lógico trabajo que cualquier guitarrista desarrolla aprendiendo escalas, acordes, ritmo, técnicas y un largo etcétera, hay algo que es imprescindible para sonar reconocible dentro del estilo musical que le interese: el vocabulario. Compartir e intercambiar frases, clichés, licks, runs es una beneficiosa forma de intercambio musical.

10) Lectura.
Leer es una de las actividades que más lógicamente se puede trabajar en compañía. Bien sea lectura de partituras en solfeo, o de acordes en cifrado armónico. Hay muchísimo material escrito para estudiar a dúo como apuntaba en el punto 1, e incluso leyendo ambos el mismo pentagrama.

Espero que esta colección de ideas te ayude a estudiar de una forma diferente. Compartir o salir de la habitación de estudio, conectar con otros músicos, tomar conciencia de elementos importantes en la música, y sobre todo hacer de tu pasión algo abierto y colaborativo solo puede traer cosas buenas. Que lo disfrutes.

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