Práctica musical efectiva: Progreso y autoevaluación

Progreso y autoevaluación

Este es el cuarto y último artículo acerca de la práctica musical. Aquí trataré  un tema que suele pasar desapercibido para gran parte de músicos autodidactas y es sistemáticamente malinterpretado en ciertos entornos didácticos: la evaluación del progreso obtenido.

Cuando se utiliza el término evaluación, es inevitable la asociación con la palabra examen, por desgracia de un modo peyorativo. La forma en que hemos aprendido nos ha convencido de que el verdadero sentido de tal prueba, reside en que terceros puedan emitir un juicio sobre nuestras aptitudes o conocimientos. Por eso, es necesario empezar por desarticular el comportamiento adquirido en nuestra experiencia educativa y convertir la evaluación en una acción personal y positiva. La presión, el miedo o el nerviosismo no tienen cabida en una valoración asertiva. Hay que aceptar los errores como algo valioso, algo de lo que aprender. Gracias a su identificación es posible avanzar y seguir adelante. Si te preocupas de observarlos puedes aprender cosas que nadie más te puede enseñar.

Ésto no es algo exclusivo del mundo académico. En el campo científico o en el mundo deportivo es más que habitual la práctica de medir los resultados. Dicho ejercicio clarifica y arroja información precisa acerca de la dirección del trabajo, del enfoque que está recibiendo y de su grado de efectividad. No obstante, cualquier actividad de naturaleza artística parece prestarse con dificultad a la mesura. Por tanto, si descomponemos en factores los conceptos implicados en la actividad musical, es fácil comprobar como son en muchos casos perfectamente medibles. Cómo por ejemplo:

• La velocidad: Medir el tempo al que podemos ejecutar una pieza o pasaje.
• El repertorio: Cuantificar cuantas piezas tenemos memorizadas y listas para interpretar.
• La rítmica: Cuantificar cuantos compases, figuras rítmicas y subdivisiones conocemos.
• La lectura a primera vista: Determinar nuestro manejo de armaduras, claves, registros y ubicación de las notas en el instrumento.
• El reconocimiento auditivo: Enumerar cuantos intervalos melódicos o armónicos podemos identificar o entonar.
• Conceptos: Cuantificar las aplicaciones teóricas que realmente usamos al hacer música.
• La memoria fotográfica: Cuantificar cuantos patrones visuales tenemos grabados mentalmente.

Hay muchos otros parámetros que también se pueden evaluar para obtener información útil en la sesión de estudio. No todo se puede medir con la misma exactitud que un metrónomo mide el tempo, pero siempre es revelador hacer una valoración sencilla, para reconocer el punto en el que estamos y hacer los ajustes pertinentes. Un modelo de valoración de 1 a 5 que funciona es el siguiente:

1) Material nuevo
2) En proceso
3) Aceptable
4) Muy bien
5) Perfecto

No utilizar términos negativos como fatal o pobre, forma parte de aceptar el hecho de que cualquier trabajo parte desde cero. No tener experiencia en algo no equivale a hacerlo mal. Estar en el punto 1 no es relevante. Por el contrario, sí importa implicarse y ser dinámico. No dejar de avanzar nunca hacia el punto 5.

A continuación, unas cuantas ideas a valorar. Esta lista está lejos de ser completa. Cada cual debería elaborar la suya propia y basarla en los puntos que sean de su interés. Pero en cualquier caso, es un buen punto de partida:

• La habilidad improvisatoria
 La habilidad compositiva
• Poseer un buen tono
• Saber utilizar la variedad de timbres y matices que ofrece el instrumento
• La precisión/variedad técnica
• El equilibrio entre práctica y teoría
• La riqueza armónica
• La riqueza melódica
• La capacidad de interacción con otros músicos. Reacción a la conversación musical
• La independencia de manos y dedos, incluso de los pies o de la voz
• El vocabulario de cada lenguaje
• La conexión del oído con el instrumento
• La soltura, ejecutar esfuerzos proporcionados
• La interpretación
• La limpieza
• El buen gusto
• La originalidad
• La variedad estilística

 

FACTORES QUE OBSTRUYEN LA EVALUACIÓN

• Falso Juicio: Para evaluar nuestro trabajo, es necesario empezar por tener un conocimiento de las complicaciones inherentes a cada propósito. Creer que algo es extremadamente difícil de conseguir es el primero de los límites auto impuestos. Nos predispone a la pereza, al desánimo y eventualmente al desinterés. Un problema, tan común como difícil de identificar para los estudiantes, sucede cuando éstos se permiten enjuiciar la dificultad de algo que realmente desconocen. De ese modo, la autopercepción de su trabajo siempre es cuanto menos negativa. Ser consciente de la cantidad de tiempo que es necesario invertir en cada propósito es algo necesario.
A menudo nos encontramos con que un hito aparentemente inalcanzable, es asequible para cualquiera que desee trabajar un numero manejable de horas. Por el contrario, otros conceptos que pudiéramos haber menospreciado o incluso pudieran haber pasado inadvertidos, se revelan como montañas duras y largas de escalar.

• Falso estancamiento: En las primeras fases del aprendizaje musical, es usual sentirse satisfecho con el progreso, puesto que éste es muy evidente. La curva de aprendizaje inicial es muy marcada, pero con el paso del tiempo esa sensación de avance deja de ser tan clara. Hasta llegar en algunos casos a quedar enmascarada por una sensación irreal de estancamiento. Por supuesto, el estancamiento puede suceder, pero es precisamente una evaluación eficiente la que determinará si estamos atrapados en un punto o es nuestra percepción del avance la que ha cambiado.

• Falso avance: En otras ocasiones, a algunos estudiantes les sucede justo lo opuesto. Una vez alcanzado cierto nivel musical, dan por sentado que no necesitan trabajar para seguir avanzando. Es cuestión de tiempo que éste problema se evidencie y se convierta en un estancamiento en toda regla.

• Falta de constancia: En algunos casos, es difícil hacer una valoración precisa, a causa de la falta de uniformidad en el tiempo empleado en el estudio. No sólo se trata de acumular horas. Es imprescindible que éstas tengan un ritmo equilibrado y estable. Es prácticamente inútil tratar de apreciar la evolución basándonos en un sobre esfuerzo. Estudiar mucho o nada durante un corto periodo de tiempo no tiene un gran impacto real. Es el trabajo regular, mantenido en el tiempo, el que reporta beneficios evidentes.

 

¿CÓMO EVALUAR?

• Grabaciones: Cuando un músico toca, no puede ser testigo objetivo de sus aciertos ni de sus errores. La atención se divide entre hacer música y valorarla, así que la propia percepción queda deformada y la evaluación no es precisa. Por ésto, la situación ideal es realizar grabaciones periódicas de nuestra actividad musical. Preferiblemente en video, para sacar el máximo partido a toda la información de que dispongamos. Cuanto más tiempo pase desde el registro, más significativo y evidente debería ser el progreso.

• Diario de práctica: Para evaluar eficientemente, es necesario tener ordenada y registrada nuestra actividad. Un diario debería recoger toda la información relevante en nuestro trabajo. Además, podemos dejar constancia de errores, dudas e ideas para desarrollar posteriormente. Anotar fechas, elaborar tablas y comparar marcas regularmente, nos reportará la información necesaria para evaluar y poder hacer un  brainstorming con soluciones creativas para solucionar cada cuestión.

• Evaluación específica: Cada concepto que se aprende, puede ubicarse en un sin fin de escenarios posibles y multiplicarse hasta prácticamente el infinito. Es la mejor de las ideas, concretar al máximo y no perdernos en posibilidades inabarcables. Seamos específicos eligiendo un concepto manejable cada vez. Valorémoslo. Actuemos en consecuencia. Repitamos el proceso.

• Evaluación personal: Escribir un pequeño texto describiendo nuestros puntos positivos y negativos. Tener que definir con palabras nuestro trabajo, es un profundo ejercicio de consciencia, que influye beneficiosamente en la autopercepción personal y musical.

• Evaluación continua: Puesto que la música es una actividad multidisciplinar, es necesario que la valoración tenga diferentes ángulos. Registrar y evaluar el avance, no solo debe hacerse cada cierto tiempo, es algo que puede formar parte de la rutina diaria de cualquier músico. Si se hace correctamente, supone una inyección de motivación, posibilidad y autocontrol.

•Evalúación global:  Una evaluación completa es aquella que examina no solo tu forma de tocar. Hay que tener presente nuestras composiciones, la forma de gestionar el tiempo, los hábitos de estudio, la capacidad para mantener la concentración, la memoria, la capacidad de comunicación… Haz que ésta lista se ajuste a tu vida musical.

 

Espero que toda esta información te ayude a seguir progresando en tu camino. No dejes de leer las otras partes acerca de la práctica musical efectiva:

La sesión de estudio
Planificación
El tiempo

 

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