¿Tienes algo que decir?

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En las primeras fases del aprendizaje, el aspirante a músico suele sentirse sobrecogido por la cantidad de conceptos que debe empezar a manejar. Algo positivo de esto, es que facilita que permanezca con los pies en la tierra y concentrado en alcanzar las auténticas metas que le llevaron a hacer música en primer lugar.

Posteriormente, a medida que va adquiriendo habilidades y recursos, no es difícil que gane en confianza, pero a cambio pierda cierto grado de humildad, necesaria por otra parte para mantener al músico en estado de alerta y asertividad. Esto se suele incrementar exponencialmente, cuando se van superando los primeros enfrentamientos a la «hoja en blanco». Es en ese momento, en el que la producción artística se puede ver diluída en favor de otros intereses, en muchos casos sin ser el autor consciente de ello.

Si simplificamos, ser creativo es algo más natural de lo que pudiera parecer. Solo se necesitan dos cosas: ideas y habilidad para plasmarlas. Por desgracia, más veces de la cuenta se entromete un tercer elemento de discordia, a menudo difícil de identificar: el ego. Revisemos estos tres conceptos:

IDEAS: Las ideas mueven el mundo. Cualquier gran creación empieza germinando una semilla que en algún momento apareció en nuestra imaginación.
Las ideas son el producto de nuestra experiencia. Los artistas somos un gran filtro, y esa es precisamente nuestra mayor virtud. Solo uno puede expresarse de determinada manera, porque la manera de experimentar la vida es única, y nuestras ideas son el producto de la suma de nuestras vivencias. Por supuesto, una idea no trabajada y desarrollada, no sirve de gran cosa. Lo que nos lleva al siguiente punto.

HABILIDAD: Es imprescindible cultivar las herramientas que nos posibiliten moldear las ideas a nuestro antojo. A pesar de esto, la técnica, ya seas músico, pintor, escritor, cineasta…está más que demostrado tener un grado de importancia relativa. La lista de artistas en diferentes campos, que con recursos limitados han sabido expresarse de diferentes y nuevas maneras, es larga y comprobable. En realidad, es la parte «fácil» del trabajo. Como todo el mundo sabe, adquirir destreza en el manejo de diferentes recursos, no es algo instantáneo. Pero no requiere grandes dosis de implicación personal. No hay barreras insalvables, solo horas de práctica eficiente. La técnica se puede aprender, se puede enseñar. La cuestión relevante es adecuarla a las necesidades inherentes a tu forma de expresión. El resto, son distracciones.

EGO: No es difícil percibir la ansiedad de un autor por hacer notar algo que no tiene que ver con su verdadera personalidad. El ego se interpone en el fluir de las ideas. De esa forma, cualquier recurso pasa de ser una ayuda en el ejercicio creativo, a un impedimento entre el comunicador y el receptor. No hay una conexión real. Es la transmisión de una impostura. Y eso, en términos artísticos, es desperdiciar la individualidad en favor de un golpe de efecto. Conseguir la complicidad o asombro del público mediante la demostración, la sorpresa o la imitación. No es extraño pues, que los guitarristas seamos uno de los grupos con mayor tendencia a la emulación. Es definitivamente más sencillo encajar en un molde, que atreverse a inventar el tuyo propio, aunque sea el camino más lógico y natural de acuerdo a tu personalidad.

Toma un significativo tiempo de maduración, aceptar que lo único que tiene sentido hacer como artistas es exponernos, abrir un canal directo entre nuestra forma de percibir las cosas y el resto del mundo. El verdadero valor lo aporta lo que somos, no lo que intentamos parecer, empeñados en destacar y deslumbrar. Por eso, enfrentarse al ego es un acto de fe en uno mismo. Supone preguntarte si tienes algo que decir. Preguntarte quien eres realmente. Y eso es algo para lo que hay que tener valor.

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